VIVIR EN UN PARAÍSO SOSTENIBLE PROTEGIDO
Naturaleza
La experiencia de disfrutar estas islas es única. Con cinco islas reservas de la biosfera de la UNESCO y cuatro patrimonios mundiales de la humanidad, tres reservas starlight y 146 espacios naturales protegidos
“Estoy casi siempre sumergida en una isla que, ya desde el avión, me animó a quedarme, porque su paisaje es sorprendente pero, sobre todo, por la posibilidad de ver el océano desde cualquier lugar en el que se esté. Ahora también estoy aprendiendo francés, de modo que casi no tengo ratos libres, pero sí me siento libre desde que estoy aquí. Bueno, soy libre”. Así de rotunda habla Eva Natcheva, de origen búlgaro, que vive desde hace cuatro años en Lanzarote, donde es instructora de buceo en una empresa de turismo sostenible.
Eva viajó hasta las Islas Canarias desde Gran Bretaña, donde residió un tiempo, pero asegura que “ya se queda en Lanzarote porque la belleza de esta isla canaria me cautivó”, sonríe. De hecho, bajo el agua conoció a su marido. Aseguran que ya no se van “hasta que nos echen”, porque son felices trabajando y disfrutando del océano Atlántico, de la naturaleza de este territorio con la extraordinaria Reserva Natural Marina del Archipiélago Chinijo (Lanzarote). Esta posee 70.700 hectáreas, y es la mayor reserva marina de Europa. “En ella tenemos la oportunidad de bucear cada día un océano limpio y protegido. Es uno de los mejores lugares del mundo, muchísimo mejor que Tailandia”, según sus palabras. En las Islas Canarias las aguas permiten la visibilidad a más de 20 metros de profundidad, la temperatura es de entre 18 y 25ºC todo el año y, solo en Lanzarote, se encuentran más de 100 puntos de inmersión.
Fuera del mar de Canarias la naturaleza es virgen, salvaje y sorprendente con cinco islas declaradas Reserva de la Biosfera por la UNESCO, cuatro de ellas en su totalidad: La Palma, Lanzarote, El Hierro y Fuerteventura. En Gran Canaria es Reserva de la Biosfera el 46% de su superficie. Además, cada una de las ocho islas tiene una particular oferta gastronómica y cultural y un pasado aborigen y colonial con tintes únicos como consecuencia de su situación geográfica.
El archipiélago se encuentra en Europa, a solo unas horas de avión, y en la encrucijada de otros dos continentes: África y América. Disfrutarlas es una experiencia que seduce porque “la vida en entornos naturales únicos es un bálsamo para el alma”, subraya Roger Peter Fray, químico suizo instructor de parapente que vive en La Palma, “porque es un paraíso al alcance de un paseo por las nubes o de una mirada”.
En el archipiélago hay cuatro parques nacionales y 146 espacios naturales que tienen algún grado de protección medioambiental.
Roger Peter Fray es un suizo de corazón canario. Trabaja en La Palma y ha convertido su trabajo en pasión por el parapente, hasta el punto de escribir varios libros, como el titulado ‘Meteorología en isla de La Palma’ para practicar este deporte de ocio activo en Canarias.
“Vivir en La Palma es regenerador, la isla ofrece una gran diversidad, sobre todo teniendo en cuenta que su superficie es de 708,3 kilómetros cuadrados”. Esta isla cuenta con superficies volcánicas, bosques de laurisilva, extensas playas de arena negra en plena capital de Santa Cruz de La Palma o calas aisladas como la playa de Nogales, en Puntallana.
“Aquí es donde mejor se ven las estrellas. Posee un cielo nocturno tan claro como yo no he visto en ningún otro lugar del mundo. Especialmente”, destaca, “me asombra y admira la ley insular contra la contaminación lumínica, que prohíbe las fuentes de luz que irradian hacia el cielo y exige lámparas naranjas para el alumbrado público”.
En la isla de La Palma se encuentra también el Observatorio del Roque de Los Muchachos, integrado en el Instituto de Astrofísica de Canarias, donde una comunidad internacional de astrofísicos estudia el Sistema Solar y esta galaxia con los telescopios más avanzados del mundo. Situados a 2.396 metros de altitud sobre el llamado mar de nubes, un espectáculo de pura elegancia natural “repleto de matices de colores también al amanecer y al atardecer”, apostilla Fray. Para él, “estar en el Parque Nacional de La Caldera de Taburiente o en cualquier otro lugar con preciosas vistas en La Palma y contemplar la Vía Láctea con un brillo y una potencia impresionantes te hace sentir pequeño ante la infinidad del universo”, reconoce, “pero también te da fuerza para ser una parte de él”.
Fray siempre le dice a sus familiares y amigos que “no hay ningún otro lugar en el planeta donde se puedan encontrar ocho condiciones meteorológicas diferentes en un área de 48 por un máximo de 25 kilómetros cuadrados. En Canarias puedes dar un paseo por la nieve y bañarte en el mar en el mismo día en invierno. La diversidad de La Palma y Canarias es magnífica e impresionante. No quiero dejar la Isla Bonita y estoy deseando salir cada día en parapente para tener nuevas perspectivas de esta tierra, que cada instante es diferente”.
Aunque en Suiza se practica el parapente, él ha elegido el archipiélago por el reto que supone, ya que “en La Palma volamos en el sotavento, que en Los Alpes es absolutamente imposible porque es muy peligroso. El viento puede aumentar sin que te des cuenta, por lo que los conocimientos de meteorología y respetar las reglas son fundamentales”. De ahí que Fray haya aprovechado su estancia y aprendizaje para escribir varios libros que ilustran este fenómeno.
Melanie Ebock, alemana y profesional del turismo, también decidió quedarse a vivir en La Gomera “por el clima, la naturaleza y la tranquilidad. El contraste de las zonas con mucha vegetación y las zonas con poca, los palmerales o la laurisilva del Parque Nacional de Garajonay, con su gran diversidad de plantas de todo tipo en los senderos. Sus climas me gustan y me dan mucha energía también, porque cuando uno está baja de ella es bueno ir al monte y ahí se repone, igual que en el mar. Y ambos los tenemos en La Gomera muy cerca. En media hora”, apunta, “puedes llegar a cualquiera de los dos”.
Melanie conoció la isla al realizar un periodo de voluntariado en el Parque Nacional de Garajonay, reconocido por la UNESCO como Patrimonio de la Humanidad junto con el Silbo Gomero, único lenguaje silbado del planeta con origen milenario en la isla colombina.
“El cielo de Canarias también me fascinó”, señala esta alemana. “Fue determinante para quedarme. En Alemania no se ve el cielo así”, explica, “y eso que me crie en una zona rural, pero la contaminación lumínica impide que haya esta alucinante claridad nocturna. Si a eso le unes el hecho de que aquí puedes ir a caminar por el bosque de noche y no hay serpientes o animales salvajes que puedan atacarte, el disfrute del senderismo y la naturaleza es total”.
La calidad de vida de La Gomera no está reñida con “estar ocupada”, explica, “porque yo hago muchas cosas relacionadas con todo lo que me gusta. Si una se toma tiempo para ver todo lo que hay siempre encuentra cosas nuevas que hacer y cómo mejorar la experiencia como, por ejemplo, los barrancos. Donde yo crecí son todo colinas, pero no tiene comparación con lo que hay aquí, sobre todo por la altura en pocas distancias”, aclara. “Eso es alucinante. La Gomera es una isla pequeña en kilómetros cuadrados pero es inmensa por la profundidad de los barrancos que tiene”, asegura.
La inmersión en las Islas Canarias, su naturaleza única y su día a día original es lo que convierte en libres a quienes llegan hasta ellas para disfrutar de una experiencia que, ante todo, “te hace valorar la belleza de la superficie, pero también la profundidad de lo que hay en todos nosotros y que ni te imaginas que existe mirando desde fuera el océano Atlántico”, sentencia Eva Natcheva.